A una Canéfora

martes, 4 de agosto de 2015


Con el níveo impudor de la inocencia
Inconsciente de todos tus encantos,
Viniste a mi, sin velos y sin mantos
Como una diosa en su magnificencia,

Nada manchaba tu limpia conciencia
Serena y firme, como los acantos
De un capitel corintio, entre los cantos
De vírgenes en plena adolescencia.

Al verte crepitaron mis latidos
Como una hoguera de ascuas inflamadas;
Mas tu candor gentil y tu ternura

Redujeron el ansia en mis sentidos,
Y cambiaron mis lúbricas miradas
En adorar la paz de tu figura.

(C) Fernando Álvarez Balbuena
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